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El reto del cambio climático en la gestión de los recursos hídricos

Sobre el blog

Javier Lillo
Profesor Titular Universidad Rey Juan Carlos Investigador vinculado Instituto IMDEA Agua

Publicado en:

Portada iAgua Magazine
  • reto cambio climático gestión recursos hídricos

Los efectos del cambio climático constituyen ─junto con los derivados del crecimiento demográfico y el desarrollo industrial─ las principales amenazas que se ciernen sobre el recurso hídrico. Tales efectos causan una pérdida en la disponibilidad del recurso y su conservación, en términos de cantidad y calidad. En sentido estricto, mejor que hablar de “cambio climático”, habría que hacer referencia a las “alteraciones en la dinámica natural del clima” causadas por la actividad antrópica, alteraciones que, a su vez, están afectando de una manera muy acusada al ciclo hidrológico.

Las alteraciones en el clima que afectan directamente al ciclo hidrológico, incluyen modificaciones en la distribución, intensidad y duración de las precipitaciones. Igualmente, además del ascenso generalizado de la temperatura, también su variación a lo largo del año está cambiando: en muchas áreas se ha suavizado el contraste estacional, pero, en contraste, se registran bruscos cambios térmicos. Lo que dará lugar a alteraciones notables en los fenómenos de trasferencia del agua entre los suelos, las masas de agua y la atmósfera. Todo ello, a su vez, modificará la dinámica atmosférica y oceánica, produciendo así una retroalimentación del sistema, generando una serie de impactos entre los que se incluyen la reducción neta de las reservas de agua dulce, la pérdida de calidad de las masas de agua, el aumento de la vulnerabilidad de acuíferos, las alteraciones en el régimen hídrico de la zona vadosa, la contaminación geogénica del agua subterránea, y las modificaciones en la distribución espacial y temporal del recurso hídrico.

"La gestión integral del recurso debe asumir la reducción de impactos climáticos causados por las actividades que intervienen en ella"

Los eventos extremos de sequías e inundaciones parecen ser ahora más frecuentes y de mayor intensidad por efecto de las alteraciones climáticas. Los sucesos de intensa precipitación asocian un mayor volumen de escorrentía superficial frente a la infiltración ─y, por tanto, una menor recarga en los acuíferos─. Esto causará que las corrientes fluviales y otras masas de agua superficiales reciban una mayor carga de sedimentos, nutrientes y otras substancias provocando la degradación química y biológica de la calidad del agua. Las sequías prolongadas favorecerán la pérdida de cubierta vegetal, y con ello, la erosión de componentes en suelos. Precisamente, la ocurrencia de eventos extremos es un buen ejemplo de cómo el impacto del cambio climático sobre el agua va más allá de la consideración de impacto directo, al afectar negativamente a otros subsistemas terrestres ─atmósfera, suelos, biosfera─ y a la propia actividad humana, afecciones que finalmente se van a transferir al agua.

Si a tales efectos se añaden las afecciones antrópicas directas sobre el recurso hídrico, nos encontramos en una situación de emergencia, en la que su sostenibilidad no solamente debe ser abordada con una gestión preventiva o paliativa considerando exclusivamente las afecciones climáticas y antrópicas, sino que también, necesariamente, hay que considerar la contribución que la propia gestión puede hacer a las alteraciones del clima.

Así, la gestión integral del recurso debe asumir, además, la reducción de impactos climáticos causados por las actividades que intervienen en ella. Es necesario abordar el problema desde una visión holística, considerando no solo los efectos directos que las actividades tienen en el clima, como son los derivados del consumo de energía y emisiones de gases de efecto invernadero en las operaciones de extracción, distribución y tratamiento del agua. También es fundamental considerar todos aquellos impactos ambientales en la gestión del recurso que, finalmente, afectarán negativamente al clima: pérdida y degradación de suelos, alteraciones en ecosistemas, deforestación y pérdida de cubierta vegetal. En definitiva, para asegurar la conservación y sostenibilidad del recurso hídrico no solo es necesario que la gestión de este se adapte al cambio climático, también es fundamental que tal gestión no contribuya a las causas que lo generan.