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El cascabel de la circularidad (y 2)

  • cascabel circularidad (y 2)

La circularidad económica tiene automatismos. En función del precio de las materias primas hay materiales reciclables que tienen mercado. Ese es el caso del aluminio o el del plomo, que de tuberías viejas y baterías de coches se recicla en porcentajes próximos al 100%. Ahí no hace falta intervención si no es para asegurar la trazabilidad del producto.

El desarrollo industrial de China tuvo mucho que ver con el auge del papel reciclado. Pero desde que en 2018 ese país endureció los requerimientos para importar papel del extranjero, hay excedentes difíciles de colocar.

Qué duda cabe que el nivel de vida de un país influye: basta con ver las personas que se afanan hurgando en los contenedores a la busca de una pieza metálica o cualquier otro material con el que ganarse el pan. Aquí la circularidad no depende tanto del mercado como de la necesidad.

Finalmente, hay que reconocer que el que recicla no es quien deposita residuos en según qué contenedor, sino quien acepta aquel material como primera materia para su proceso industrial. Es en él en quien se debe pensar y a él a quien se debe facilitar la tarea.

Organizar todo eso y dotarlo de instrumentos técnicos, fiscales y financieros no es fácil.

Afrontar los retos de la economía circular supone, en primer lugar, favorecer sus procesos espontáneos; en segundo disponer de mecanismos adecuados para ampliar el campo de acción a otros ámbitos en los que, de por sí, no se producen resultados. Identificarlos, evaluar alternativas y costes, buscar complicidades con los actores, es decir con los que producen residuos y los que podrían aprovecharlos como primera materia secundaria. Y reordenar los ciclos de diseño y comercialización de producto para que los ciclos y de uso sean más largos.

Aplicar esos criterios al agua es menos dificultoso que en otros casos. El agua ya es, de por sí, un material de comportamiento circular. El ciclo natural del agua ha sido observado y utilizado desde el origen de los tiempos, aunque la progresiva intensidad y localización del uso de agua ha requerido de ciertos elementos auxiliares, ya sea mediante el bombeo, la canalización o el tratamiento. Recientemente se ha sabido que Israel va a almacenar agua desalada en el mar de Galilea.

Hablar de agua y economía circular es pues, en cierto modo, una redundancia. El concepto entronca con el que se refiere al resto de materiales, es decir, cuáles son los mecanismos que pueden favorecer el uso eficiente del agua y, si es necesario, la reintroducción de las aguas residuales en los ciclos de uso.

Las singularidades del agua juegan a favor: se trata de un dominio público administrado y sometido a regulación, con tecnologías y tradiciones de gestión bien implantadas.

La agricultura ha utilizado las aguas fluviales con independencia de sus características que, en los inicios de la industrialización y la densificación urbana, en algunas zonas han tenido calidades decrecientes mientras no se ha abordado a fondo la depuración de aguas residuales. Más recientemente, el progresivo tratamiento de las aguas ha planteado la cuestión de la reutilización de aguas depuradas, su aprovechamiento ordenado con calidades predeterminadas y tecnologías que permitan su aplicación eficiente.

El Área Metropolitana de Barcelona viene impulsando desde hace años un proyecto para regenerar el agua procedente de las estaciones depuradoras de aguas residuales que permita su reintroducción en el ciclo productivo de determinadas industrias y que, en caso de necesidad, pudiera destinarse al consumo público. Su concreción en el Pla Estratègic del Cicle Integral de l’Aigua pone en pie de igualdad el agua regenerada con los recursos convencionales y el agua desalada.

Ese Plan reconoce la reducción en la disponibilidad del recurso convencional debido al efecto combinado del cambio climático y la disminución del agua trasvasada desde el río Ter y para compensarlo, más allá de una reducción del consumo de agua contempla la construcción de una nueva estación de regeneración de aguas (ERA) en el Besós, similar a la que ya funciona en el ámbito de la depuradora del Prat de Llobregat.

De forma complementaria a su uso como caudales ecológicos, se impulsan acuerdos sectoriales con actores dispuestos a aceptar esas aguas para sus procesos productivos y se prepara para escenarios en los que pudiera ser necesario algún paso más.

El potencial es considerable. Frente a una depuración de 265 Hm3 de agua, en 2019 se regeneraron 12,4 casi todos destinados a la agricultura. Las instalaciones existentes permiten multiplicar por 5 esa línea.

Mientras tanto, el interés por ese circuito de agua se manifiesta en programas de investigación y en Foros profesionales como el reciente Regadío Fórum en el que ya se anunció que son muchos los esfuerzos dedicados a ajustar al máximo los diferentes parámetros que hacen que el agua sea apta para el riego. Además, la creciente adopción del paradigma de la economía circular sitúa al regadío como potencial receptor de recursos procedentes del tratamiento de agua urbana, como puede ser el agua regenerada o los lodos de EDAR.

El carácter público del agua facilita la regulación de ese circuito y de su progresiva maduración se obtendrán experiencias que permitirán afrontar con seguridad nuevos retos de la economía circular.