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Doblegar la curva del cambio climático

Sobre el blog

Xavi Duran Ramírez
Responsable de prensa en la Agencia Catalana del Agua (ACA). Doctorando en Periodismo y Comunicación. Máster en Dirección de Comunicación Institucional y Empresarial.

Publicado en:

Portada iAgua Magazine
  • Doblegar curva cambio climático
    Azud de Molins de Rei, donde hay el punto de aporte de agua regenerada.

Vivimos en el planeta azul, con el 70% de la superficie cubierta de agua. Si un marciano viera desde lejos la Tierra, pensaría que hay agua para consumir en abundancia. La realidad, sin embargo, nos demuestra que sólo el 0,007% del agua disponible la podemos utilizar para consumirla. Si bien es un recurso cada vez más frágil y finito, también es un bien con muchas vidas y que pasa por diferentes estados (líquido, gas, sólido).

En este sentido, muchos expertos aseguran que el agua que hoy bebemos sació la sed de Julio César y también de nuestros antepasados. Afirmaciones de este tipo ponen sobre la mesa la posibilidad de que el agua sea un recurso inmortal y que se transforme de un modo constante. Sin embargo, este carácter eterno puede verse condicionado con el cambio climático, provocando alteraciones en su distribución, tanto temporales como espaciales.

En muchas partes de España tenemos un clima mediterráneo con dos marcadas dualidades: largos periodos de sequía que se alternan con episodios de lluvias intensas y que en pocos minutos aportan una gran cantidad de agua. Esta bipolaridad se está acentuando en los últimos años a raíz del cambio climático, un fenómeno ya evidente y con unas consecuencias que pueden ser letales.

La sequía no es lo peor

Existe el pensamiento generalizado de que la peor consecuencia del cambio climático son las sequías. Si miramos, no obstante, la realidad de los últimos meses en nuestro país, constatamos la sucesión de varios episodios de lluvias torrenciales, con una mayor duración y que han provocado innumerables daños. La DANA del mes de octubre de 2019 y el temporal Gloria son algunos de los ejemplos de los fenómenos extremos que hemos vivido en los últimos meses. En Cataluña, antes de las lluvias de Gloria, había varias zonas en situación de prealerta por sequía. Después del paso del temporal, las reservas se recuperaron, pero con un elevado coste por los daños provocados.

La lucha contra el cambio climático debe tener espíritu de superación y cooperación, con una ciudadanía decidida en la toma de decisiones

La gestión del agua se debe enfocar en mantener el equilibrio entre esta dualidad, preparando y adecuando a las infraestructuras hidráulicas para todos los escenarios posibles. Captaciones de agua y colectores de aguas residuales, así como también captaciones de desalinizadoras, han sufrido varios daños a causa de las abundantes lluvias y la dureza de los temporales marítimos, con una virulencia cada vez más extrema. Las infraestructuras, por lo tanto, deben estar preparadas para todos los escenarios y ser cada vez más resilientes.

La corresponsabilidad

En los tres meses que todos y todas hemos estado confinados a causa de la COVID-19, se ha demostrado que una de las claves del éxito ha sido el esfuerzo y sacrificio por parte de la ciudadanía, complementando así la labor incansable de los trabajadores y trabajadoras de la sanidad, y de otros servicios básicos como la gestión del ciclo del agua. Una demostración de que la corresponsabilidad debe ser uno de los ejes de la sociedad del presente y el futuro.

Cada parte debe tener clara su responsabilidad, con su rol definido a la hora de afrontar las amenazas del mundo actual. La lucha contra el cambio climático debe coger este espíritu de superación y cooperación, con una ciudadanía decidida en la toma de decisiones que sirvan de ejemplo, y extrapolación para el resto de la ciudadanía. Las administraciones públicas, las empresas y los gestores del agua, por su parte, deben hacer una gestión flexible, sostenible y adecuada de los recursos hídricos, con transparencia, subsidiariedad y empatía, con clara vocación de servicio público.

El cambio climático, como la COVID-19, es una amenaza global que no distingue de géneros, razas ni territorios. Si la lucha contra esta amenaza es conjunta, sin grietas ni fisuras, seguramente lograremos doblegar la curva de los daños provocados por el cambio climático, mitigando sus efectos y preservando el agua, un bien indispensable para la vida que tenemos que mimar si queremos que siga siendo eterno.