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La inteligencia humana, tras el potencial de las nuevas tecnologías en el sector del agua

  • inteligencia humana, potencial nuevas tecnologías sector agua
  • Las innovaciones tecnológicas disruptivas fueron, en su inicio, de bajas prestaciones y dirigidas a aquellos consumidores con menos necesidades. Pero la exigencia del propio ser humano ha provocado una nueva revolución industrial (ya conocida como la industria 4.0) donde la digitalización ha transformado casi la totalidad del engranaje de las compañías que quieren adaptarse a los nuevos tiempos.

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Portada iAgua Magazine

Hablamos de las nuevas tecnologías como si fueran algo que ha aparecido de la nada. Y nada más lejos de la realidad, es la inteligencia humana la que las creó. Nosotros mismos hemos hecho que su irrupción no solo haya cambiado nuestra forma de vida, sino también la forma en la que nos relacionamos y comunicamos. Con ellas, hemos abierto un abanico de posibilidades en un mundo en el que los usuarios de cualquier sector son cada vez más exigentes con los servicios que perciben, sobre todo si se trata de un derecho humano como es el acceso al agua y al saneamiento.

A través de esta transformación digital, las empresas y los tomadores de decisiones buscan romper las fronteras geográficas, mejorar la comunicación a todos los niveles y la automatización de sus procesos, con el fin de maximizar la eficiencia y minimizar los costes. No obstante, el error habitual en este proceso de cambio es asociar dicha transformación digital con algo puramente tecnológico. No debemos olvidar que este proceso complejo de evolución es mucho más que eso y que el ser humano es el único responsable.

Se trata de buscar y evaluar, a todos los niveles de gestión del agua, las diferentes oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías y que antes no existían, pero también los riesgos que las acompañan. Es, por tanto, responsabilidad de los principales actores del sector del agua trazar el camino a seguir en esta transformación sin precedentes y llena de incertidumbres teniendo en cuenta que ser humano y máquina son, al mismo tiempo, dos cosas diferentes y uno solo. ¿A qué nuevas tecnologías estamos más conectados?

Hemos abierto un abanico de posibilidades en un mundo en el que los usuarios son cada vez más exigentes con los servicios que perciben

Big data: el tamaño sí importa

Si hay algo que ha catapultado a la industria del agua en esta transformación digital, es el procesamiento de los datos. Según el informe sobre “Innovación Pública: las tecnologías disruptivas que transformarán las Administraciones” de Minsait, se estima que en 2020 habrá más de 16 billones de GB de datos útiles, lo que supondrá un crecimiento anual del 236%. Esta abismal disponibilidad de datos ofrece una enorme capacidad analítica para mejorar la eficiencia en la gestión del agua; pero lo importante no es la cantidad que hemos logrado procesar, sino lo que hacemos con esos datos.

Gracias a la analítica predictiva que permite el big data, las compañías del sector pueden analizar datos históricos para identificar patrones y tendencias que ayuden a anticipar lo que puede suceder en el futuro. Algunos ejemplos en los que esta tecnología es realmente útil es el consumo de agua, de manera que las compañías puedan estimar la demanda y prepararse para cubrirla de una manera más óptima; pero también a la hora de prever y controlar posibles incidentes en los procesos de abastecimiento y saneamiento.

Otro tipo de análisis que permite esta tecnología es el prescriptivo: intentar adelantarnos a lo que vendrá y analizar los escenarios futuros antes de que sucedan para poder cambiarlos. Una variable que sugiere opciones de decisión sobre cómo aprovechar una oportunidad futura o mitigar un riesgo próximo al que vamos a enfrentarnos, como podrían ser eventos climáticos extremos que puedan provocar inundaciones o situaciones de sequía.

En este sentido, el big data permite tanto a las compañías del sector como a la Administración pública disponer de un gran volumen de información de una manera más efectiva y precisa, lo que conlleva -o debería conllevar- a un proceso de toma de decisiones también más efectivo y preciso.

IoT: la fluidez del agua en la red

La rápida evolución que ha tenido Internet desde su irrupción en nuestras vidas ha hecho que vivamos en un mundo cada vez más conectado, donde el Internet de las Cosas (Internet of Things, IoT) ha dejado de ser rápidamente una apuesta de futuro para ser ya una absoluta realidad. Se calcula que, cada segundo, una media de 127 cosas establece conexión con Internet, pronosticando que a mediados de 2030 tendremos un billón de dispositivos conectados.

Esta interconectividad entre las cosas permite a las compañías del sector del agua no solo mejores análisis de las necesidades del usuario final, sino la posibilidad de un cambio en el diseño y planificación de todos sus procesos productivos. La conexión de diferentes dispositivos y sensores a la red proporcionan un conocimiento exhaustivo del funcionamiento y las rutinas de los sistemas que integran las infraestructuras de agua.

Por otro lado, el IoT también resulta especialmente útil en la gestión del agua para consumo no humano, como por ejemplo dentro del sector agrícola. En un contexto donde el cambio climático es tan real como la digitalización, las comunidades de regantes precisan la automatización de muchos de sus procesos y de información a tiempo real de parámetros para lograr una mayor eficiencia y productividad en el riego.

Tanto a nivel particular como a nivel de negocio, la digitalización se ha convertido en un aspecto clave en nuestra sociedad

En un futuro no muy lejano, el ser humano hará con el IoT que prácticamente todas las cosas estén conectadas e intercambien datos entre sí; no solo haciendo que la toma de decisiones pueda darse a distancia, sino que a través del inicio de determinados protocolos de forma automática que sirvan para corregir o tratar situaciones específicas, la interacción humana ni siquiera haga falta.

Machine learning: el ser humano no es el único que aprende

Cuando repetimos hasta la saciedad que la digitalización del mundo físico es una realidad, no solo es porque podamos trabajar desde casa con un ordenador o ejecutar procesos desde el móvil; tampoco porque podamos tener cerca a gente que se encuentra a miles de kilómetros de distancia; y ni siquiera porque la huella que dejamos en este planeta ahora también puede ser digital. Lo decimos porque la combinación de software y hardware dota a un producto de vida inteligente. Sí, a través de la tecnología, el ser humano ha dado vida a las máquinas.

Gracias a la inteligencia artificial creada, una vez más, por la inteligencia del propio ser humano, las máquinas se nutren del big data para aprender patrones de un conjunto de datos y generar acciones en consecuencia para derivar en tomas de decisiones que, quizá, el ser humano hubiera hecho de una forma más lenta, más costosa y hasta menos fiable. A este aprendizaje automático se le llama machine learning.

El proceso de digitalización que conllevan las nuevas tecnologías ya no es una elección que pueda posponerse para nadie

La capacidad de las máquinas para aprender y generar acciones traerá ventajas en el diagnóstico, el pronóstico y la ejecución de los procesos relacionados con la gestión del agua. Sin llegar a superar la intuición del ser humano -que tampoco es infalible-, las máquinas optimizarán nuestra toma de decisiones.

Ciberseguridad: todo avance tiene sus riesgos

Siendo la informática una herramienta habitual en los negocios, no era de extrañar que pronto surgieran amenazas a la altura de sus características. Y es que, en un mundo hiperconectado como el que hemos creado, la ciberdelincuencia es ya un modelo de negocio que tiene un impacto global en la economía de 350.000 millones de euros al año, cerca del 1% del PIB mundial.

Desde hace unos años, los ciberataques se han convertido en una de las principales amenazas dentro de cualquier empresa. Según datos del informe Hackmageddon de 2018, desde 2014 las compañías han pasado de sufrir 18.000 incidencias de este tipo a superar las 100.000; y si bien los ataques relacionados con la gestión, el saneamiento o el abastecimiento de agua apenas recibieron un 0,3% en 2018, tanto las empresas como las Administraciones públicas deben empezar a considerar la ciberseguridad entre una de sus prioridades.

Cualquier dispositivo con acceso a una red es susceptible de sufrir un ciberataque y ser utilizado para un fin delictivo. El uso de la tecnología a cualquier nivel, ya sea al de usuario o al de una empresa, requiere una serie de medidas que mantengan a salvo toda la infraestructura computacional y, especialmente, la información contenida en esta. Si la industria del agua quiere (y debe) adaptarse a la transformación digital, no puede obviar que la ciberseguridad va de la mano con ella. Debe, pues, garantizar que la propia digitalización de las infraestructuras y de sus procesos se implemente al mismo ritmo que la protección de sus sistemas.

La ciberdelincuencia es ya un modelo de negocio que tiene un impacto global en la economía de 350.000 millones de euros al año

El camino a seguir: un gran poder conlleva una gran responsabilidad

Tanto a nivel particular como a nivel de negocio, la digitalización se ha convertido en un aspecto clave en nuestra sociedad. La gestión inteligente del agua representa un cambio de paradigma a nivel global de una compañía no solo en cuanto a los procesos relacionados con la eficiencia del uso del agua para ganar calidad, productividad y ser más sostenible, sino que con la utilización de plataformas conectadas en el proceso, se ha logrado también una capacidad de adaptación constante a la demanda del resto de usuarios y un mejor aprovechamiento de la información para su análisis en tiempo real desde múltiples canales.

Y esta revolución digital no es mérito de las máquinas, sino del propio ser humano. Quizá ellas sean el próximo paso de la evolución y en un futuro no muy lejano vivamos en un mundo donde la inteligencia artificial haya superado a la humana, pero hasta entonces, debemos ser responsables con nuestras propias capacidades y con lo que podemos hacer con ellas.

El proceso de digitalización que conllevan las nuevas tecnologías ya no es una elección que pueda posponerse para nadie. Se trata de una carrera de fondo en la que las Administraciones públicas y las empresas deben adaptarse y renovarse, o quedarse atrás. Estar o no estar. Pero no es una decisión fácil. El sector del agua está preparado para cambiar hacia un enfoque más responsable, sostenible y transparente en la gestión del agua. La pregunta es: ¿lo está el ser humano?

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