Desde diciembre de 2016, Lucas Jiménez es presidente del Sindicado Central de Regantes del Trasvase Tajo-Segura (SCRATS), una institución que defiende la labor de los agricultores que reciben agua de la infraestructura, y que ha mostrado su fortaleza y papel fundamental durante los últimos meses en España.
Por ello, Jiménez apuesta por la continuidad del trasvase, además de poner de relieve la esencial actividad de los regantes en los momentos más agudos de la crisis.
Pregunta - ¿Cómo ha impactado la crisis de la COVID-19 en el sector agrícola español?
Respuesta - La actividad agrícola en general fue declarada esencial por la reglamentación demandada del Estado de Alarma activado con motivo de la gravísima emergencia sanitaria que, ahora, da sus últimos coletazos, aparentemente. No dispongo de cifras contrastadas, aunque imagino que los productos españoles habrán experimentado un incremento razonablemente elevado en su consumo, a excepción de la caída de todo lo relativo al canal HORECA. Es lógico imaginar que ha sido así por dos motivos básicos: la cercanía de los centros de producción –en un momento en que el confinamiento y las dificultades de movilidad han revalorizado todo lo próximo– y por razones de seguridad sanitaria que aportan claramente los productos españoles. Considero que el sector agroalimentario español ha salido muy fortalecido de esta pandemia, incluso en la percepción que la sociedad tiene de él.
P. - ¿Cómo valoran la respuesta y la contribución del sector del agro de nuestro país durante la pandemia?
R. - El sector agro ha tenido en nuestra demarcación una reacción impresionante. La importantísima industria agroalimentaria de Alicante, Almería y Murcia ha estado a la altura de lo esperado de ella. Ha trabajado con denuedo durante estos meses de pandemia, ha estado en la calle, dando lo mejor de sí misma, para que todos pudieran estar seguros y en casa –acudiendo a los lineales de los supermercados y tiendas próximas– con la tranquilidad de saber que estos siempre estarían repuestos. Se ha garantizado el abastecimiento –repito, de calidad sanitaria incuestionable–, y nunca estuvo en duda la capacidad del regadío español para dotar de productos a todo el entramado logístico de distribución alimentaria. Se puso a prueba la consistencia del sector, y este reaccionó como era de esperar: como una perfecta maquinaria de producción, manipulación y distribución de alimentos. Imaginemos por un momento que nuestros poderes públicos hubieran tenido que buscar en mercados internacionales –como ocurrió con ciertos materiales sanitarios– alimentos para nuestra población. Ahí radica la vital importancia del sector agropecuario español, en disponer de centros de producción –sanitariamente testados– próximos a nuestras viviendas. Centros que no solo son capaces de abastecer a nuestra nación, si no que surten de mercancías a buena parte de Europa y otros países fuera de ella. Además, nuestros agricultores, desde los primeros días de la pandemia, ofrecieron su trabajo y maquinaria a las autoridades locales para colaborar en labores de desinfección, y desde luego hemos colaborado en todos los frentes con donación de equipos de protección sanitaria a hospitales, con alimentos, etc.
P. - ¿Cuál ha sido el papel del trasvase durante esta situación de crisis sanitaria, y cuál cree que será en este escenario de ‘nueva normalidad’?
R. - Las aguas del Trasvase aportan paz social en el Levante. Eso significa trasvase en estas tierras. Este año hemos tenido afortunadamente una campaña hidrológica bondadosa coincidiendo con el esfuerzo de producción requerido por la COVID-19. Hemos despejado, entre otras, una importante incógnita: las comunidades de regantes no pueden subsistir simplemente con agua desalada. Y no solo por la inexistencia de infraestructuras para su conducción, que también, si no por otros motivos entre los que destaca su prohibitivo coste. Ha generado su precio un auténtico agujero en la economía de algunas comunidades de regantes. En la nueva normalidad, y sobre todo en el periodo que ahora se abre de reconstrucción económica nacional, la presencia vertebradora y solidaria del trasvase en el Levante será decisiva para estas regiones, y por qué no decirlo, para el país también. Las dudas generadas, intencionadamente, sobre su perdurabilidad, la burda vinculación de las aguas del trasvase a la situación ecológica de algunos hábitats situados en su demarcación –actitud esta que no pretende otra cosa que disimular una vergonzante e histórica dejadez por parte de las administraciones– son motivos suficientes de ruptura de paz social en estas tierras.
P. - ¿Qué papel debe jugar la agricultura en la reconstrucción de la economía española?
R. - El que siempre ha jugado. Se unirá al resto de sectores –con la humildad que caracteriza a sus activos– para la reconstrucción económica del país. Impidiendo el vacío rural, generando oportunidades de desarrollo a poblaciones que no disponen de otros sectores posibles para generarlas. Colaborará a disminuir ciertos efectos del cambio climático como la desertificación, promoverá el empleo, etc.
P. - ¿Qué medidas cree que deberían tomar el Gobierno y las administraciones para asegurar el futuro del sector agrícola español?
R. - En lo que respecta a la planificación hidrológica, ha de asegurar una justa distribución de caudales y precios de los mismos en todo el territorio nacional. Hay que hablar de cambio climático, pero también es preciso anteponerse a sus efectos. Son importantes las infraestructuras de contención del cambio climático. Y un claro ejemplo de ello lo tenemos en las que suministran agua al Levante. Los embalses de Entrepeñas y Buendía permiten dotar de seguridad de volúmenes para las demandas del tramo del Tajo de ellos dependiente, incluidas las de los caudales ecológicos. Sin estas infraestructuras, sería inviable, en ocasiones, mantener el régimen de caudales ecológicos. Pero al mismo tiempo, el canal del trasvase deriva de esos embalses caudales sobrantes que producen beneficio en otras regiones. El trasvase, en cierta medida, es un claro ejemplo de obra actuando para atenuar los efectos del cambio climático.
P. - A nivel internacional, ¿qué importancia tiene el regadío a la hora de suministrar alimentos a otros países europeos?
R. - Aporto datos del 2019 de FEPEX, que sirven de respuesta clara y concisa a su pregunta: solamente la región de Murcia produce el 22,88% del total de las hortalizas exportadas por España. Así como el 15,52% de las frutas exportadas. Si añadimos Alicante y Almería –demarcación del trasvase también– esas ratios se disparan. Asegurar alimentación saludable, a precios razonables, sostenible y de confianza sanitaria –o lo que es lo mismo que decir, procedente de centros de producción europeos– es un objetivo estratégico prioritario. Se puede adquirir producto más barato, pero sin duda los provenientes del territorio europeo y concretamente español aportan seguridad sanitaria, fiabilidad laboral, tranquilidad en la logística de adquisición y distribución, algo importantísimo que ha quedado patente en la crisis de la COVID-19. Europa tendrá que optar o más bien priorizar por los productos del sector agropecuario situado en la órbita del espacio Schengen.
P. - ¿A qué riesgos y amenazas se enfrenta el sector en esta desescalada y entrada en la “nueva normalidad”?
R. - Creo que, al menos en Europa, el sector se enfrenta a retos derivados de la adaptación a unas medidas ecológicas de implantación cada vez más activas por parte de la UE. Europa va, a mi entender, demasiado rápido en la agenda verde. Todas las medidas que Europa pretende implantar en campos, ganaderías etc., son loables. Sin embargo, en un escenario de reconstrucción económica, no sé si sistemas que incrementen sensiblemente los gastos en alimentación, en torno a un 30 o 35% en el caso de la agricultura ecológica, serán bien entendidos por la sociedad europea y qué porcentaje de ésta podrá permitírselo.
El sector agroalimentario español ha salido muy fortalecido de esta pandemia, incluso en la percepción que la sociedad tiene de él
El tiempo dirá si en las actuales circunstancias y hasta que las abandonemos como colectivo, iremos a la búsqueda de alimentos basados en economía circular, de proyección “verde” –independientemente de su precio–, o por contra optaremos, parece ser que será así, por fijar la atención en el precio del producto. En cualquier caso, el sector agropecuario europeo ha de ser considerado definitivamente y tras esta gravísima crisis sanitaria internacional como estratégico en orden a priorizarlo sobre productos de terceros países.
P. - ¿Cree que el sector agroalimentario ha sido un “gran olvidado” en nuestro país a lo largo de las últimas décadas? ¿Qué consecuencias tiene esta visión en el día de hoy?
R. - Afortunadamente, la agricultura y la ganadería española han sabido estar por encima de los devaneos políticos, de la ineficacia, en ocasiones, administrativa, de las modas e influencias sociales –que las situaban en el reverso de lo “in”, de lo bonito–. El sector ha ido adaptándose y sobreviviendo, a veces de modo inexplicable, hasta convertirse en lo que hoy es. Ojalá de la desgraciada situación que hemos vivido saquemos algunas lecciones para el futuro.
